SÁNCHEZ DRAGO: "ESCRIBE, ESCRIBE, ESCRIBE"


Fotografía extraída de  http://www.sanchezdrago.com/
Nuria Tirapu Perarnau
Yeray Aguilar Sacha
4º de ESO

Fernando Sánchez Dragó es un escritor español. Se licenció en Filología Románica y en Lenguas Modernas y durante sus años como universitario, fundó la revista poética “Aldebarán”.

Inició su carrera como escritor con un ensayo:”Gárgoris y Habidis: Una Historia Mágica de España”.

Pero su repertorio literario es amplísimo: El Dorado, Las Fuentes del Nilo, La búsqueda del Laberinto, El camino del corazón, La del alba sería, Diccionario de la España Mágica, En el alambre de Shiva, etc.

Además, ha obtenido diversos premios importantes, como son:

* Premio Nacional de Ensayo (España) Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España. (1979)

*Premio Planeta por La prueba del laberinto (1992)

*Premio Espiritualidad Martínez Roca por El Sendero de la Mano Izquierda (2002)

*Premio Fernando Lara de novela por Muertes paralelas (2006)

Premio Ondas por El mundo por montera

*Premio Nacional de Fomento de la Lectura por Negro sobre blanco

Y ha sido Presentador y Tertuliano de Diversos Programas Culturales en Televisión: Encuentros con las letras,  Biblioteca nacional, La noche, El mundo por montera, Negro sobre blanco, Libros con uasabi, El faro de Alejandría, Las Noches Blancas, Diario de la noche, Dragolandia, Cuarto Milenio, etc.



Hemos comenzado nuestra entrevista a Sánchez Dragó preguntándole qué cualidades debe cultivar un adolescente para ser un buen escritor, si desarrollar su inteligencia emocional, ser muy observador, leer mucho, etc.

Su respuesta ha sido contundente: leyendo y mezclándose con la vida.

Hay que ser curioso, arriesgar, aventurarse y averiguar si se tiene vocación de escritor.

“Escritor es quien escribe como se respira porque si no, se ahoga”.

Y un escritor ha de ser completamente sincero y dispuesto, como un samurái, a rajarse la tripa y poner sus vísceras encima de un papel.

Hay que ser absolutamente capaz de decirlo todo, de contarlo todo: absoluta sinceridad.´

Nos cuenta que él aprendió a leer a los tres años y tenía mucho desparpajo, mucha soltura. Cuando una vecina que visitaba a su madre le preguntó qué quería ser de mayor, respondió que escritor.

Sabía que de mayor sería escritor. Toda su vida ha ido encaminada a ese fin.

Desde pequeño, todos sus regalos eran libros. Nació con esa vocación tan clara. Sabía cuál era su destino, se conocía a sí mismo.

No todo el mundo tiene eso.

Sus compañeros de colegio no leían, él sí.

De forma que un chico, lo que tiene que hacer es averiguar si de verdad quiere ser escritor y si está dispuesto a quemar su vida en ello, a apartarlo todo por ello.

Podía haber sido otras cosas que estudiaban sus compañeros, pero él quiso estudiar letras, a sabiendas de que arriesgaba y que podía llevar una vida más grisácea para ser fiel a su vocación y a su destino. Y hay que tener valor.

En este contexto de su vocación tan temprana, le preguntamos por su hija Ayana, finalista del Premio Planeta con su obra “Un mar violeta oscuro”, ya que nos gustaría saber si comenzó a escribir porque le veía a él hacerlo o porque le gustaba a ella misma.

Su respuesta ha sido también esta vez muy concreta, pues nos dice que tiene cuatro hijos que han nacido rodeados de libros.

De hecho, nos comenta que tiene una de las bibliotecas privadas más grande del mundo y sin embargo, la única que ha salido lectora a rajatabla y además escritora, es Ayana.

Le ha visto a él escribir y desde pequeñita, cogía su saco de dormir y se iba a dormir a su despacho.

Soñaba con ser escritora y le pedía consejo. Y él siempre la decía lo mismo: “Escribe, escribe, escribe”.

Escribiendo se aprende a escribir. Si no escribes, nunca aprenderás a escribir.

Es el máximo consejo que se puede dar.

Sánchez Dragó es enemigo de que se intente inculcar en el colegio la costumbre de la lectura.

La lectura no puede ser obligatoria, tiene que ser voluntaria.

No puedes obligar a un niño a escribir El Quijote. Ya lo leerá si le apetece.

Es más, atribuye el desarrollo de su afición a que cuando él iba al colegio, había en todas las aulas un armario pequeñito con libros. Podías llevarte un libro a casa, leerlo y luego, devolverlo.

Nadie les obligaba a coger libros y la mayor parte de sus compañeros no cogían libros.

Recalca la idea de que leer cuentos a los niños es importantísimo pero si le dices que lea, creas una resistencia a la lectura.

Hay que dejar el libro en su mesilla de noche y a lo mejor algún día, el niño está solo, aburrido o desvelado, ve el libro, lo coge y empieza a leer.

Nuestra tercera pregunta para Sánchez Dragó es qué tipo de argumentos le resultan más fáciles para sus novelas, si experiencias personales, ajenas o su propia imaginación.

Su respuesta nos sorprende, ya que nos contesta que toda la literatura que le interesa es autobiográfica, lo demás  no le interesa.

Todo lo que escribe es siempre autobiográfico excepto una vez que escribió una novela sobre Luis Roldán.

Salió del trance pero lo pasó muy mal, porque no sabía hacerlo y mezcló también su propia historia para escribir sobre Roldán.

En definitiva, todo lo que cuenta es lo que le ha sucedido a él o a personas que ha conocido.

Él se construye a sí mismo como un personaje literario. A la hora de escribir, se inspira en ese personaje que es él y que es al que mejor conoce.

Y nos recita convencido que “el arte arranca en el punto en que vivir no basta para expresar la propia vida”.

En este sentido, utiliza el arte para expresar su vida.

Él no comunica, no es un comunicador. Él expresa lo que es mediante las emociones.

Se nos ocurre preguntarle a Sánchez Dragó que debería hacer un adolescente cuando se queda en blanco, congelado ante el papel vacío de contenido.

Se ríe, porque nos confiesa que él no posee esa experiencia tan angustiosa, muy al contrario. Tiene 47 libros escritos y más de 4.000 piezas de periodismo.

Escribe todos los días del año.

Finalmente, le preguntamos sobre su rutina a la hora de ponerse a escribir, simplemente por curiosidad.

Nos aclara que es un escritor diurno, que no es nocturno como muchos de sus compañeros.

Se acuesta a las nueve y se levanta a las 4.30 de la mañana para escribir.

No se prepara una taza de café como muchos podríamos imaginar, sino que se toma, exactamente, 200 mg de cafeína y se sienta a escribir.

Hasta hace diez años, escribía a máquina y cuando algo no servía, arrugaba el papel y lo tiraba al suelo.

Y siempre se atrinchera tras una muralla de diccionarios.

Sentencia que no se puede escribir sin diccionario. Hay que saber manejar la sintaxis, la gramática, la morfología, el habla culta, todos los niveles del lenguaje…

Hay cantidad de chicos jóvenes que creen que saben escribir pero cometen muchas faltas de ortografía.

Nos asegura que “si voy a expresar lo que sea, sé que hay un montón de palabras que se me vienen a la cabeza pero de repente una hace clic, es perfecta”.

No siempre encuentras la palabra y por eso, la literatura es siempre una derrota, una batalla perdida porque una vez impreso, te das cuenta de que podías haber utilizado otra palabra mejor.

Acabamos la entrevista con la idea de que el escritor es como un pequeño Dios, tiene el privilegio de hacer lo que quiera y vivir todas las vidas posibles.

Le agradecemos enormemente a Fernando Sánchez Dragó la grandísima amabilidad con que nos ha atendido para ofrecer a nuestros alumnos, sus propias reflexiones personales sobre un arte, que arranca tanto entusiasmo y pasión, como es la escritura.

Asimismo, agradecemos a Nuria Perarnau la oportunidad de brindarnos su contacto para poder realizar una entrevista a un escritor de tanto prestigio como Fernández Sánchez Dragó.

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